viernes, 30 de octubre de 2009

El Bueno, El Feo y El Malo


La pasada semana Cristina tenía que ir a clase de Logopedia, un poco antes se lo recordé,  pero cuando llegó la hora, y me dispuse a salir con ella de casa se negó en redondo.

Tras intentarla convencerla por las buenas decidí ponerme en plan duro e intentar que mi cara se pareciera lo más posible a la de Clint Eastwood en su famosa película.

Si lo conseguí no sirvió para nada,  porque a duras penas saqué a Cristina de casa y  por la calle seguía llorando agarrándose a cualquier farola o saliente para no ir a clase.
Después de andar un rato de esas maneras, me acabé de dar cuenta que así no se podía ir ningún sitio y volvimos a casa. Yo con un cabreo terrible y Cristina ya mucho más tranquila.

A lo largo de la tarde  todavía continuaba enfadado por el "incidente". Cristina, mucho más lista, ya lo había olvidado.

En la película  "El Bueno, el Feo y el Malo", necesitaron tres actores para los tres personajes, sin embargo esa tarde yo solo me basté para interpretar los tres papeles delante de Cristina, con peores resultados cada vez.
Si el bueno de Clint se hubiera encontrado en una situación similar, no hubiera tenido problemas, no por su cara de hombre duro, que a Cristina no le asusta, sino porque seguiría ciegamente el guión escrito para él, y lo haría sin cambiar una coma tantas veces como tuviera que interpretar la película.

Sin embargo en la vida real el guión está en nuestra cabeza y muchas veces es necesario cambiarlo, pero lo difícil es darse cuenta de que hay que cambiarlo.

viernes, 23 de octubre de 2009

Una respuesta muy bien pensada



El otro día Cristina se había quedado en casa con mi cuñada Gemma, cuando volví se estaba comiendo un bocadillo de chorizo. Nunca le había visto comerlo, así que le pregunté extrañado a mi cuñada: "¿Está comiendo chorizo?
Gemma me contestó afirmativamente. Volví a preguntar: -"¿Chorizo Pamplonica?"
Y la respuesta ya no me gustó tanto, porque estaba comiendo Chorizo Ibérico. Aunque pensé: -"Saldrá más caro, pero al menos ya tenemos más opciones para los bocadillos."

Así que en cuanto pude le compré chorizo ibérico y se lo puse en el bocadillo de la merienda. Al rato vino Cristina mi mujer, y este es más o menos el diálogo que mantuvimos:

Cristina: "¿Le has puesto un bocadillo de chorizo a Cristina?"
Yo: "Sí, le gusta, el otro día se comió uno"
Cristina: "Pues ahora no se lo come"
Yo: "Bueno, cuando tenga más hambre ya se lo comerá"
Cristina: "No, porque ya ves que no le gusta. Ponle uno de Nocilla"
Yo: "Vamos  a preguntarle: "Cristina, ¿de qué quieres el bocadillo de Nocilla o de chorizo?
Naturalmente Cristina respondió: -"De Nocilla"

Medio defraudado por la respuesta y medio ilusionado por la merienda que yo me iba a tomar, le prepararé un nuevo bocadillo con el pringoso ingrediente.

Al rato volvimos y ya se había comido el bocadillo de Nocilla, y el de chorizo... también. Quizás calculó en su mente y llegó a la conclusión que diciendo la respuesta adecuada podría comerse los dos bocadillos.

viernes, 16 de octubre de 2009

Dos caracoles y dos destinos



A Cristina le gustan mucho los insectos, cualquiera de ellos: mariquitas, moscas, hormigas, arañas... Y otros invertebrados como los caracoles.

Paseando hace tiempo por el parque de Cortes vimos uno enorme. Fiel a su naturaleza se arrastraba por el suelo y Cristina iba directa hacia él. Estuve apunto de apartarla de su camino para que no lo pisara. Pero me pareció que lo miraba con cierto interés así que pensé: -"La voy a dejar, quizás se pare a observarlo"

No había acabado mi reflexión cuando el pie de Cristina ya había aplastado al caracol, y el "crash" de su concha ahogó en mi garganta el grito de "¡Cuidado!" El pobre molusco al que yo podía haber salvado la vida quedó aplastado en medio del parque.

Hace pocos días después de un día lluvioso salimos a pasear de nuevo, esta vez al lado del río. La historia se repetía: Otro caracol se cruzaba en nuestro camino. Sin embargo, ahora Cristina sí que se paró. Primero a mirarlo, luego a estudiarlo y tocarlo con detenimiento y, finalmente, a adoptarlo y llevárselo a casa.

El primer caracol se encontró demasiado pronto con Cristina, el segundo tuvo la suerte que Cristina ya contempla con interés el mundo que le rodea.

P.D.: El caracol me lo dio a mí para que se lo llevara. Y en un descuido se me escapó de entre las manos. Cuando se lo expliqué a Cristina no me creyó en absoluto.

viernes, 9 de octubre de 2009

Si tú me ayudas...

Un nuevo vídeo que ha hecho mi mujer. Donde Cristina, además de pasárselo genial, nos recuerda que los niños con autismo lo pueden todo. Sólo necesitan que tú y yo les ayudemos.



Aquí están los otros vídeos de Cristina:
En la belleza de tu silencio
Cómo explicar el autismo

viernes, 2 de octubre de 2009

Dueña de sus silencios



En Cortes (Navarra), "pitos" se llaman a las canicas de toda la vida, y fue una de las primeras palabras que aprendió a decir Cristina. A los pocos días aprendió otra: "pipa". Por las típicas pipas de girasol que le gustaron en cuanto las probó.

Pero para que le diéramos una nos tenía que decir "Pipa". Lo mismo hacíamos con las canicas, si quería una nos tenía que decir bien claro "Pito".

Acaso porque empezaban igual o porque todavía el tema de hablar no lo tenía muy dominado, cuando le enseñábamos lo que le íbamos a dar, a veces no encontraba la palabra que tenía que articular. A mí me gustaba mirarle a la cara porque casi se podía oír trabajar su cerebro buscando la palabra que tenía que decir.

Sólo conocía dos, y aún así le costaba encontrar la palabra adecuada, o quizás dudaba entre dejar de ser dueña de sus silencios o compartir con nosotros sus palabras. Si fue así, se atrevió con la segunda opción.