lunes, 28 de septiembre de 2009

Un bocadillo de Nocilla para celebrarlo


La semana pasada tuvimos la suerte de conocer a Erik y a su madre Anabel. El primer día que vinieron a casa Cristina no les hizo mucho caso. Menos mal que estaba Leyre y Erik pudo jugar con ella.

Por suerte pudimos quedar para otro día, y salir a pasear. Ya Cristina le prestó más atención a Erik, incluso formaron equipo para rechazar un ataque de manzanas lanzado por algunos críos del barrio.

Luego celebraron el encuentro dando cuenta de sendos bocadillos, de Nocilla para una y de Nutella para otro. Que es lo mismo, pero a las cosas importantes hay que llamarlas por su nombre.

Todos los padres y madres con niños con autismo que he conocido tienen una cosa en común: el entusiasmo por ayudar a sus hijos a aprender y a valerse por sí mismos.

Pero el entusiasmo de Anabel es excepcional, porque además nos lo transmitió a nosotros.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Había hecho algo importante


Las primeras veces que recuerdo que jugué con Cristina, ella tendría unos cuatro años. Conseguí que jugáramos juntos con una pelota, lo único que hacíamos era pasarla uno al otro. Yo se la tenía que pasar con mucho cuidado porque cada vez que veía que la pelota se le acercaba se asustaba pensando que le iba a hacer daño.

El tiempo que nos pasáramos jugando dependía de ella, y aunque era un juego muy sencillo tenía alguna variante. La que menos me gustaba era cuando descubría una pequeña cuesta, tiraba la pelota por la pendiente sólo por verla rodar. Naturalmente yo tenía que estar abajo para volverla a subir para que otra vez la volviese a tirar.

En todo ese juego siempre me quedaba el regusto de ser un mero comparsa que estaba allí únicamente para que ella se pudiese divertir y, que en realidad, no compartía su juego.

Pero luego pensando que Cristina había tenido algún tipo de relación conmigo, aunque fuese con una pelota de por medio, llegué a la conclusión de que a pesar de la sencillez y de mi escasa participación en su juego, difícilmente en ese día podía haber hecho algo más importante.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Un problema con solución


Así de pensativa se quedó Cristina en la cima de "El Buste" cerca de Borja , en Zaragoza. Su preocupación le impedía contemplar el paisaje de su espalda con el Moncayo al fondo.

Se había pinchado con unas zarzas en un dedo y apenas una gota de sangre que brotó del arañazo fue suficiente para dejarla de este modo. Cuando volvimos al coche buscamos una tirita. Pero la herida era tan pequeña que cuando se la fui a poner ya no se distinguía, así que se la coloqué donde ella me decía que estaba. Una vez que la herida quedó tapada se olvidó de ella y volvió a su habitual buen humor.

Puede parecer exagerado que por un pequeño rasguño se sienta tan triste. Pero hay que ponerse en su lugar y pensar que ella siente el dolor de forma más intensa a como lo sentimos nosotros. Además, quién no ha estado preocupado por cosas que luego resultan insignificantes, qué pena no haberlas podido tapar con una simple tirita.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Una carrera de récord



Este miércoles, Leyre y Cristina inician de nuevo el curso. Seguro que ninguna de las dos tiene ganas de levantarse de la cama. Leyre con mucho esfuerzo conseguirá levantarse

Pero Cristina será más difícil que se quiera despertar. Aunque desde hace días dice que quiere ir "al cole" cuando llegue el momento seguro que no quiere ni oír que se tiene que levantar.

Hace algún tiempo teníamos un truco infalible para que saltara de la cama. Le poníamos en la cocina su CD de música favorita, bien alto para que lo oyese desde la habitación. El truco estaba en que teníamos que poner una canción de ese disco que a ella no le gustase.

Por muy dormida que estuviese, escuchar la música y saltar de la cama era todo uno. Y como una exhalación corría hasta la cocina para quitar la canción que estaba sonando y poner otra.

Nunca se me ocurrió cronometrarle, pero su carrera hubiera estado muy cerca de batir el récord de velocidad de Usain Bolt.